sábado, 31 de diciembre de 2016

El bicácaro (Canarina canariensis)



Aunque se trata de una especie endémica de la laurisilva de las islas Canarias occidentales, en el jardín tengo un par de bicácaros (Canarina canariensis) obtenidos de semilla que brotan todos los otoños y crecen hasta finales de primavera: luego la parte aérea desaparece y hasta el otoño siguiente.

La prueba más dura que tienen que superar es el invierno del centro peninsular, claro. Cada año crecen un poco más que el anterior (pero sin atisbo de echar flores hasta el momento). Esta temporada voy a protegerlos con algún recipiente de plástico (a modo de invernadero) a ver si la cosa va a más y superan los 25 cm que alcanzaron el año pasado. Seguiremos informando.

Feliz 2017 para todos los lectores.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Digitalis mariana


Aunque florece en primavera, fotografiamos esta Digitalis mariana en el mes de diciembre en los Montes de Toledo hace un par de años. Son característicos de la especie los sépalos más o menos patentes y cómo se contrae bruscamente el tubo de la corola cerca de la base.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Laureles riparios en el Jarama



Volvemos a comienzos de mes a las riberas del río Jarama a fotografiar a una especie arbórea muy conocida en nuestro país: el laurel (Laurus nobilis), un perennifolio que crece de manera natural en estaciones térmicas y húmedas del norte y litoral mediterráneo, así como en otras ubicaciones sureñas (Los Alcornocales, por ejemplo). En el resto de España se conoce por estar muy extendido su uso como especie ornamental.


Aquí encontramos al primer ejemplar, entre los álamos negros.


Otro individuo joven, en este caso tendido a causa de las últimas lluvias.


Una de las especies trepadoras que encontramos en las choperas y alamedas, en esta época con frutos: Clematis vitalba.


Buscamos un enorme ejemplar de laurel, de varios metros de altura, que crece escondido entre unos alisos y carrizos: aquí está, destacando su follaje verde oscuro entre el resto de especies ribereñas. 


Vista de una de las ramas del ejemplar anterior. También está a punto de florecer. En esta zona los laureles debieron ser plantados hace tiempo, tal vez como medida restauradora de alguna cantera antigua.


Las hojas de un aro (Arum italicum) destacan entre la hojarasca del sotobosque de la alameda.


Las últimas lluvias caídas han llenado los cauces y el agua fluye por los arroyos próximos al Jarama.


Otro joven ejemplar en el borde del bosque, en este caso protegido por varios zarzales. Algunos pies tienen pinta de haber llegado aquí de manera natural (es decir, mediante semillas defecadas por las aves).


Estampa puramente otoñal del bosque de galería, donde destaca la corteza clara de varios álamos blancos.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Zarzas ibéricas: Rubus vigoi



Fotografía de Rubus vigoi, una de las zarzamoras próximas a R. ulmifolius, a comienzos de diciembre.

La hemos fotografiado en el Valle de Lozoya (Madrid), donde crece en medios más frescos y húmedos que su pariente (no obstante, se encuentran juntas muchas veces, y con otras especies de Rubus), como en bordes de melojares (como el de la fotografía), fresnedas o arroyos de montaña.
 
 

miércoles, 7 de diciembre de 2016

El bosque tropical seco



No todos los días se cruza el charco hasta América (en este caso hasta Nicaragua), así que aprovechamos nuestro viaje a este país centroamericano para hacer algunas fotografías al bosque tropical seco, un hábitat del que habitualmente no se oye hablar (el elevado peso mediático de su vecino el bosque lluvioso y su conservación eclipsan al bosque seco... y a sus correspondientes problemas).

 Se trata de un tipo de bosque distribuido originalmente desde el sur de México hasta Panamá que en su día cubrió buena parte de la vertiente Pacífica de Centroamérica. El impacto humano lleva produciéndose desde la existencia de asentamientos precolombinos, que desarrollaron su agricultura sobre los terrenos del bosque seco primigenio causando sus primeras crisis. El aspecto actual es el de un medio sabanoide, con árboles dispersos y bosquetes refugiados en las zonas más abruptas, que recuerda a los hábitats secos africanos.

La característica principal de este bosque es la existencia de un periodo seco, con ausencia de lluvias, que puede durar de cinco a siete meses: nosotros llegamos a mediados de noviembre, coincidiendo con el fin de la época de lluvias. De momento, la lluvia caída anteriormente (entre 800 y 1.500 mm de media al año) hace que los árboles mantengan las hojas y el pasto esté completamente verde, pero dentro de unos meses el paisaje cambiará radicalmente.

Además de la caída de hojas durante la estación seca, los árboles presentan otras adaptaciones a la sequía, como la existencia de una raíz principal que crece verticalmente en profundidad o la espinescencia, en una clara convergencia adaptativa con las especies de sabana de otras partes del mundo. Asimismo, muchas especies presentan portes aparasolados o achaparrados, con ramas retorcidas y espinosas.

En Nicaragua el bosque tropical seco se distribuye principalmente por la región del Pacífico y parte de la Central. Quedan áreas dispersas, muy fragmentadas debido al avance de las actividades agropecuarias: un reto actual es hacer posible el desarrollo económico de las poblaciones rurales del país con la conservación de sus bosques, integrándolos en sus sistemas de explotación agro-silvo-pastorales. En la foto, detrás de la primera fila de árboles, un cultivo de caña (Saccharum officinarum) en flor (con los penachos blancos). Al fondo, retales de bosque.

No obstante, en los potreros dedicados a la explotación de vacuno todavía pueden observarse varias especies arbóreas acompañando a los pastos herbáceos. Los cebuinos constituyen la raza más característica del país, aunque muy mezclados con otras razas bovinas. Mostramos a continuación algunas de las especies de palos (o árboles) más genuinas del bosque seco.

Comenzamos con el madroño o salamo (Calycophyllum candidissimum), que ahora se encuentra el flor: destaca por sus grupos de flores blancas en los extremos de las ramas, bien visibles desde lejos. Pertenece a la familia de las rubiáceas y es el árbol nacional de Nicaragua.

La ceiba (Ceiba pentandra), una de las especies más grandes que pueden encontrarse en la América tropical, puede alcanzar los 50 metros de altura.

El laurel blanco (Cordia alliodora), una boraginácea arbórea que, en esta foto, presenta un nido de comején en una rama baja.

El caoba del Pacífico (Swietenia humilis) es una meliácea que, a diferencia de otros caobas, no permite su explotación comercial a gran escala, debido a su pequeño porte.

Camino rural en medio del bosque seco. Además de las familias botánicas citadas, en este medio cobran especial importancia los árboles leguminosos de las subfamilias Caesalpinioideae (como el nacascolo, Caesalpinia coriaria) y Mimosaceae (como el guanacaste, Caesalpinia coriaria o varias especies de los géneros Acacia y Albizia).

Otro ejemplo de árbol de la familia de las leguminosas: en este caso el gavilán (Schizolobium parahyba), con sus hojas compuestas y de pequeños folíolos.

Nos sobrevuela un zopilote (Coragyps atratus), una rapaz muy común que incluso puede verse posada consumiendo carroñas y restos de animales en los bordes de caminos y carreteras.

El jícaro (Crescentia alata), otra especie arbórea de ramas retorcidas, de la familia de las bignoniáceas, cuyos frutos crecen directamente sobre las ramas y el tronco (caulifloria).

Entre las ramas del jícaro sorprendimos a este garrapatero (Crotophaga sulcirostris).

Y por el suelo, a un joven garrobo (Ctenosaura similis), un lagarto que cuando crece es capturado y consumido en algunas partes.

Ascendemos en altura, hacia la vertiente del Caribe. En algunos árboles aparecen epífitas, como las bromelias de la foto (género Tillandsia).

Aquí también se explota el ganado vacuno: en este caso, vacas frisonas en el trópico.

Un cedro real (Cedrela odorata) con los frutos verdes, de la familia de las meliáceas.

Pulperías en las carreteras del centro del país.

Junto a un arroyo crece la myrsinácea uva rillera o cuya (Ardisia revoluta), en segundo término.

El ascenso en altitud hace que aparezcan algunos perennifolios y más epífitas y lianas, adquiriendo el paisaje un aspecto más parecido a la pluvisilva, sobre todo cerca de los cauces de agua.

Aquí encontramos a una especie laurifolia: el tempisque (Sideroxylon capiri subsp. tempisque), de la familia de las sapotáceas.

Un cebú macho con sus descendientes, en las que se aprecia el aporte frisón.

Un solitario corozo (Acrocomia aculeata) crece en medio de una finca ganadera. Se trata de una palmera centroamericana que también crece por buena parte de América del Sur.

No podemos finalizar sin mencionar la importancia en el paisaje nicaragüense de las especies foráneas, muchas de las cuales proceden de otras zonas tropicales pero se han aclimatado perfectamente, desde flamboyanes a eucaliptos, o higueras como el Ficus elastica de la fotografía, procedente en este último caso de la India e Indonesia.

Acabamos con una fotografía de un zanate (Quiscalus mexicanus) en la orilla del Lago de Nicaragua, posiblemente el ave más característica (y una de las más abundantes) del país, cuyos bandos (o, mejor dicho, sus cantos) nos acompañaron en todo momento, especialmente en los amaneceres y atardeceres.

jueves, 1 de diciembre de 2016

El almendro silvestre (Prunus webbii)


Aunque la primera referencia de la existencia del almendro silvestre (Prunus webbii) en España la dieron Felipe y Socías i Company en ¡1977!, lo cierto es que a esta especie no se le ha prestado ninguna atención en la bibliografía botánica actual. Curioso cómo frente a la tendencia actual de "descubrir" nuevas especies como si fuesen churros, una especie supuestamente "buena", presente desde el Mediterráneo Oriental hasta la Península Ibérica, pasando por Italia, ha sido completamente ignorada en nuestro país.

Parte del problema reside en el parecido con el almendro cultivado, especie con la que se ha hibridado (y se sigue hibridando) con mucha facilidad cuando ambas especies coinciden. Visitamos la cuenca del río Algodor, en Toledo, donde se cita la especie. Las fotografías fueron realizadas a principios de diciembre, cuando los almendros tienen el fruto completamente maduro y todavía no han perdido la hoja del todo.

Según se indica en la descripción de La Flora d'Italia, de Pignatti, Prunus webbii es una especie arbustiva o un pequeño árbol de ramaje muy espinoso e intrincado, que puede superar incluso los 4 metros de altura, aunque generalmente se encuentran individuos de menor talla. Las ramillas, muy numerosas y espinosas, como se muestra en las fotografías, se presentan de forma divaricada (formando un ángulo próximo a 90 grados con la rama principal).

Otras características le distinguen del almendro doméstico o cultivado (Prunus dulcis): Prunus webbii presenta hojas notablemente pequeñas, de 6-9 mm de ancho, frente a los 15-30 mm de ancho en P. dulcis; los frutos también son más pequeños, pues alcanzarían únicamente los 2-2,5 cm de longitud en el almendro silvestre por los 3,5-10 cm en las variedades cultivadas. En la fotografía, un ejemplar con frutos y algunas hojas.

En el centro peninsular se distribuye por taludes, lindes de fincas y terrenos rocosos (generalmente de origen granítico) con vegetación natural, entre cultivos extensivos y olivares. También puede verse formando densos setos.

Y, como indicábamos, también convive con sus parientes los almendros domésticos, como el ejemplar asilvestrado de la fotografía.

Ramas y hojas de Prunus dulcis en la zona: compárese con el aspecto espinoso del almendro silvestre, así como el mayor tamaño de las hojas en esta primera especie. Según vuelve a indicar Pignatti en su clave para diferenciar a los dos almendros (aparte de las medidas mencionadas para hojas y frutos), el limbo de la hoja en P. dulcis es más oblongo (longitud del orden de tres veces mayor que la anchura del mismo) que en P. webbii, especie en la que la hoja tendría un carácter más marcadamente lanceolado (unas cuatro veces más larga que ancha).

Vistas del hábitat de Prunus webbii entre Mora y Tembleque, en la provincia de Toledo.


La especie también se cita en las inmediaciones de Orgaz, también en Toledo. En la imagen, un ejemplar de Prunus webbii -que apenas ha perdido hojas- de bajo porte (le acompañan varias escobas, Cytisus multiflorus, a las que ni siquiera supera en altura).

Ramas espinosas y hojas características del anterior arbusto de Prunus webbii.

Finalizamos el reportaje fotográfico con el porte de otros dos ejemplares arbustivos que crecen sobre las mismas rocas graníticas, también próximos a Orgaz.

Aunque al principio he mencionado la nula atención prestada a la especie en la bibliografía botánica (hola Flora Iberica), en realidad existen dos obras/autores (imprescindibles ambas/os) actuales, que son conscientes de que en nuestros almendros silvestres/asilvestrados "pasa algo", por decirlo de alguna manera: se trata de Árboles y arbustos autóctonos de Andalucía, de Jesús Charco (y otros autores) y de La guía de flora y fauna del Parque Natural de las sierras de Cazorla, Segura y las Villas, de Rufino Nieto y J. Miguel Nieto.

 Recomendamos la lectura de ambos textos, en los que los autores apoyan la presencia natural de almendros silvestres en España, en ambos casos en Andalucía. Pero, ¿y en el resto del país, qué sucede? ¿No pueden llegar también los almendros silvestres a tierras aragonesas, valencianas, extremeñas, catalanas, baleares, navarras o riojanas, aparte de otras comarcas castellano-manchegas o leonesas...?

Otro día trataremos de la reproducción por semilla de la especie (y mostraré fotos de alguno de los ejemplares crecidos en casa).

Más información:

Muestra prensada:
Referencias a la población encontrada en España (y más información sobre la especie):