miércoles, 7 de marzo de 2012

El roble crespo (Quercus pauciradiata)

De las dos especies de Quercus descritas en los últimos años en España, una de ellas, el roble orocantábrico (Quercus orocantabrica), goza de bastante aceptación (probablemente por contar con unos macrocaracteres fácilmente identificable y una ecología bien diferenciada de las especies próximas), mientras que la segunda, el roble crespo (Quercus pauciradiata), apenas cuenta con referencias (o fotos en la web, lo que es bastante sintomático) y sigue siendo cuestionada por varios autores.

Lo cierto es que, en general, los Quercus son un grupo complejo, cuya identificación no siempre es sencilla: en aquellas zonas donde coinciden dos o más, aunque se trate de especies "buenas" (como sucede con el roble albar y el melojo, por poner un ejemplo), siempre aparecen individuos que cuesta asignar a una u otra. La facilidad con que se cruzan diferentes especies entre sí es otro argumento a favor de la prudencia a la hora de nombrar nuevos taxones.

Si a esto unimos que para tener la certeza de que estamos delante de un roble perteneciente a la especie Q. pauciradiata hay que recurrir a la lupa binocular y estudiar los tricomas (pelos) existentes en las hojas, se comprende la falta de referencias y el cuestionamiento de la especie.

Dejando de lado la polémica sobre si se trata de una nueva especie o no, vamos a presentar cuáles son los caracteres que diferencian a los robles crespos de sus parientes (y vecinos, pues conviven todos juntos) robles cantábricos, el roble albar (Quercus petraea) y el roble melojo (Quercus pyrenaica).


Quercus pauciradiata

De entrada se define al crespo como un roble de hoja caduca cuya foliación se adelanta unas semanas con respecto a la del melojo, siendo esta segunda especie marcescente (lo que, obviamente, no puede apreciarse durante buena parte del año, por lo que el caracter caducifolio/marcescente no sirve como característica diferenciadora entre ambas especies). Las hojas son de lobadas a pinnatífidas, glaucas por el envés.

Las hojas presentan un indumento característico: éstas tienden a perder tricomas con la edad, quedando, finalmente, el haz glabro y el envés subglabro (con pocos pelos).


Envés de las hojas.

En el envés de las hojas maduras destaca la presencia de tricomas fasciculados y estipitados: es decir, constituidos por varios pelos fusionados entre sí por la base formando un estípite (una especie de pie o pequeña columna sobre la que asoman los diferentes radios o pelos). Este tipo de tricomas también están presentes en el melojo, por lo que ¿cuál sería la diferencia entre ambos?

En el roble crespo los tricomas están formados por 2-4 radios de corta longitud (150-300 micras), mientras que en el melojo los forman 4-8 radios de mayor longitud (500-1.000 micras); asimismo, la longitud del estípite es en la primera especie de 8-20 micras frente a las 40-60 micras de la segunda.

La clave en este baile de cifras es que, además de tener muchos menos pelos el envés del roble crespo (casi subglabro, indicábamos, frente al denso tomento del melojo), los pelos fasciculados de Q. pauciradiata están formados por menos radios y son mucho más cortos (también el estípite) que en el caso del melojo.

Aunque no disponemos de la posibilidad de realizar buenas fotos a las muestras prensadas, intentaremos mostrar con ejemplos los tricomas de ambas especies.

En esta primera foto de Q. pauciradiata se aprecia buena parte del envés desprovisto de pelos; algunos pelos sencillos acompañan a los fasciculados. Estos últimos están formados por dos, tres o cuatro pelos como máximo. Se unen por la base, aunque formando un corto estípite.




En la segunda foto de esta misma especie, aumentada de tamaño, se siguen apreciando los pelos estipitados con las características anteriores.




En esta tercera de la misma especie, con casi todos los pelos formados por dos radios únicamente, se puede apreciar con más claridad cómo se unen éstos en la base formando un corto "tallo".




Por su parte, Quercus pyrenaica posee un envés completamente cubierto de pelos. Aunque los pelos también son estipitados, se unen más de cuatro radios y son de mayor longitud que los anteriores. Una vista de esa especie:




Con más aumentos, también se aprecia el mayor tamaño o contundencia del estípite.




Podría pensarse que la presencia o ausencia de un denso tomento por el envés debería ser suficiente para distinguir a los robles norteños, pero entra en juego la tercera especie, el roble albar: ¿cómo separar a los albares de los crespos, si ninguna de estas especies presenta un envés cubierto de pelos como el melojo?

El roble albar, a diferencia de las dos especies anteriores, presenta un envés cubierto por tricomas estrellados: es decir, por una serie de radios divergentes (generalmente cuatro) unidos solamente en la base (sin estípite), y adpresos o situados en un plano paralelo a la superficie de la hoja. Además, son de mucho menor tamaño que los anteriores: 60-120 micras (es decir, menos de la mitad que la longitud de los tricomas del roble crespo).

El pequeño tamaño de dichos tricomas impide que se aprecie bien cómo se disponen sobre el envés de la hoja (de manera más numerosa, por cierto), pero nótese el menor tamaño de los tricomas, pues se trata de una fotografía realizada con los mismos aumentos que la primera del roble crespo:




Con el doble de aumentos, se intuye la disposición de los cuatro radios: éstos de unen por la base y parecen adheridos a la superficie, formando media circunferencia.




Respecto a la distribución del roble crespo, habita algunos puntos de la Montaña Palentina y, sobre todo, el norte de León. En esta última provincia, visitamos durante el mes de agosto sus dos principales bastiones.


Tronco y ramas de Q. pauciradiata.

En Llamas de Rueda, donde se encuentra su principal población, el crespo convive con los melojos, sobre un sustrato de naturaleza silícea (conglomerados cubiertos por una matriz arcillosa), sobre los 1.000 metros de altitud. Se trata de bosques densos, con buena cobertura, donde aparecen ericáceas como Erica arborea, E. tetralix o Calluna vulgaris, así como otras especies interesantes como la zarza Rubus vigoi o la leguminosa rastrera Genista carpetana.


Melojares y crespos en Llamas de Rueda; destaca la floración de las brecinas a finales de agosto.


Más escaso, también lo hemos visto en Boca de Huérgano (Picos de Europa), también en León. Aquí el paisaje lo forman restos de bosque atlántico (con abedules, Prunus padus, groselleros, temblones, varias especies de rosales silvestres, etc.) junto con praderías y setos, así como diversos matorrales de leguminosas arbustivas en las zonas de ladera más pedregosas.


Hábitat en Boca de Huérgano (León), también durante el verano.

Para finalizar, una foto de familia de las hojas de las tres especies de robles cantábricos tratadas, todas ellas recogidas entre Palencia y León, siendo:




Quercus pauciradiata: 3 (haz) y 4 (envés)
Quercus petraea: 1 (haz) y 2 (envés)
Quercus pyrenaica: 5 (envés)

2 comentarios:

  1. Hola Salvador, muy interesante tu entrada sobre este escaso roble, hace unos meses publiqué una entrada en mi blog Almanaque Natural, de un viaje a Asturias en otoño, allí hablo del Quercus orocantábrica entre otros. Ese roble lo descubrí hace unos diez años estudiando la vegetación de varios nichos nivales por los altos cordales de Redes, no podía creer que un roble enano creciera por allí. Al par de meses encontré un artículo que lo describía, creo que por los mismos que describieron el Q. paucirradiata, luego fue a Flora Ibérica y me encontré el comentario de que por un par de tricomas no había porqué crear una especie nueva.
    Me quedé alucinado con el comentario, y más sabiendo que no tiene nada que ver la ecología del cantábrico con la del pétrea. Luego hablé con gente de la escuela de Farmacia, que me comentaron que empiezan a plantearse si se trata de una nueva especie cuando no sólo los caracteres morfológicos cambian, sino cuando cambia drásticamente la ecología.
    Al hacer la entrada estuve investigando algo y no escribi nada del Q. paucirradiata por no saturar a mis lectores y por no conocerlo físicamente. Pero ahora que veo tu entrada lamento no haberlo hecho.
    En breve si no perreo quiero publicar una entrada sobre los mestos, aunque mi zona de campeo más bien es el centro peninsular, seguro se me escapan los mestos de los robles norteños.
    Gracias por la información de la entrada. Salud y campo

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  2. Hola, Enrique.

    El Q. orocantabrica parece una especie más clara que el pauciradiata, precisamente por lo de la ecología propia que mencionas, aunque también por el porte y fruto, características fácilmente apreciables por todo el mundo: en el roble crespo no hay una ecología diferente, pues vive mezclado con las otras especies, y lo de tener que corroborar que se trata de la especie a base de mirarle los tricomas con una lupa, pues eso, que no ayuda precisamente.

    No sé finalmente en qué quedará la cosa, si como especie distinta o como alguna variedad o cruce del melojo. Tampoco estaría mal saber qué beneficios conlleva para la Universidad de turno el "descubrir" una especie en su zona de trabajo, que se catalogue de manera inmediata como en peligro de extinción y encargarse de su seguimiento, planes de recuperación, etc. En fin.

    Otra zona que no está mal (de hecho, es incluso "peor", o mejor, según se mire) respecto a la existencia de mestos de Quercus (o "especies" problemáticas) es el noroeste peninsular; como tu dices, cuando yo venza mi perrería, a ver si dedico una entrada a los quejigos aragoneses/catalanes, que también tienen su miga.

    Un saludo.

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